martes, 18 de agosto de 2009


KEMENTARIS
UN CUENTO ROMÁNTICO.

Así fue como en el camino que llevaba al cerro al doblar a la izquierda entre los matorrales me encontré en un claro que daba con el sendero principal que tímidamente se empinaba cuesta arriba.
Una pequeña curva que se hacia en un horizonte falso en medio del claro dejaba ver con toda claridad un arbustito a un costado del sendero y una gran piedra del otro lado del sendero. Quizás en muchas otras ocasiones pase junto ellas y jamás les mire con interés; un paisaje como cualquier otro, mas en esta ocasión algo especial en ellas capturo mi atención.
El pequeño arbusto de ramitas pequeñas, frágiles y quebradizas se esmeraba por aparentar vigor y energía como el resto de las especies que explotaban en colores y verdes luminosos propios de la estación primaveral, era como si algo más importante, más allá de toda comprensión hubiese capturado su atención. Por momentos parecía no ser parte del paisaje su existencia parecía ajena, como si tuviera por si misma un propósito diferente a su entorno. Comencé a mirarla detenidamente; su sinuoso y estilizado tronco como cintura elfica se elevaba como inspirada por una pasión poderosa, sus ramitas se elevaban por sobre ella inclinándose desde lo alto hacia el sendero que la separaba de la gran roca que se encontraba del otro lado, como quien extendiera dramáticamente sus brazos hacia el cuello de su bien amado.
Pero como podía ser esto posible, de seguro mi material de lectura, últimamente demasiado inclinado a las novelas románticas estaba afectando mi percepción de las cosas, mas entre la brisa y el tenue movimiento de sus singulares ramas no me cabía duda que algo especial tenia dicho arbusto, tenia algo de esas cosas que no hay que entender con la cabeza, pues solo las comprendes sintiéndolas aquí dentro de tu corazón.
Continué mi observación hacia el tosco trozo de roca del otro lado del sendero que parecía haber desatado de alguna forma la pasión delirante de arbusto del lado opuesto. NO había mucho que decir de el trozo grande y reseco de roca, nada crecía a su alrededor parecía algo muerto o en último caso moribundo, era como si algo simplemente se hubiese desplomado allí, algo que en algún momento tenia una forma definida, parecía algo así como un gran guerrero recogido en si mismo tras un golpe letal, como si tratase de apoyarse en el seno de alguien buscando refugio para contener su último aliento; quizás eso era, un lado en especial de la gran roca parecía recogerse y el otro parecía extenderse tratando de alcanzar de algún modo las ramas extendidas y rogativas del arbustillo.
Verlos era como ver aquellos amores sufridos golpeados por el infortunio, era como si el sendero fuera la desgracia que separa a los amantes, una barrera infranqueable eterna ante la cual todos permaneciéramos inmutables aun sabiendo que están destinados a estar juntos.
Se que parece una locura lo que estoy diciendo de hecho a mi hasta hoy me lo parece y hubiese parecido mas loco ante ustedes si me hubiesen visto en lo que hice posterior a mi observación.
Por mi afición a las caminatas y mi pasión por las rocas poco comunes siempre llevaba conmigo mi bastón y un pequeño martillo. Me fui directamente hacia la roca pues desarraigar el frágil arbusto de su lugar no me pareció buena idea aunque demás está decir que la tarea de mover la roca no se veía nada fácil.
Mientras comenzaba mi faena de mover la roca no pude evitar pensar en el por qué estaba yo enrojecido, transpirando tratando de mover una roca en un solitario sendero, era como si algo muy dentro de mi me obligara a hacerlo como si una pequeña vocecita me tratara de decir algo y es que esto del amor es algo que necesita ilustrarse de ves en cuando
Si no como seria posible entender esto de las diferencias, las diferencias que resultan evidentes para todos pero para quienes se aman simplemente no existen, esas diferencias que marcan una línea pesada y casi permanente entre tu y tu ser mas amado, que de algún modo te derrotan y te dejan seco casi sin vida desfalleciendo solo por no tener ya fuerzas ni medios para cruzar la tonta línea del prejuicio.
En ocasiones vemos el amor, evidente ante nosotros y entendemos que dos que se ven a distancia deben estar juntos y no somos capaces de movernos.
Por lo general nadie tendera una mano a un amor que arrastra consigo la pesado sombra del prejuicio, quizás por eso, por todo, por mi, por lo que siento con todas mis fuerzas moví aquella roca aquel día, y la deje al lado casi apoyada a la elfica cintura del frágil arbustillo, al momento que lo hice me pareció percibir un suspiro en el aire, y una brisa suave me refrescó era como si yo me hubiese aliviado de alguna forma, tome mis cosas y volví a casa y no tome aquel sendero hasta mucho tiempo después…

Segundos antes de salir al claro sentí temor…mi corazón se acelero, era algo simple, casi para la risa y que quizás para muchos no superaría una simple anécdota de fin de semana, mas para mi era como si mi propia historia hubiese sido escrita en esa roca.
Una multitud de pequeñas flores azulinas parecían escapar por entre las ramitas del arbusto, entre el verde obscuro que coronaba su fino tronco, más alto y esbelto que la última ves, y la roca? Bueno la roca vestía de gala con brillos que destellaban desde las gotas de rocío que capturaba entre el aterciopelado musgo que lucia entre sus grietas.

No pude más que tomarla de la mano ha aquella que a la distancia siempre me había mirado esperando por nuestro amor y contarle lo importante que habían sido aquel pequeño arbusto y la azulina roca en nuestra unión.

No hay barreras infranqueables y con amigos de verdad que nos ayuden a romperlas simplemente no deberían existir.

KEMENTARIS

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