UNA MISION ESPECIAL
Quizás llegar a realizar un trabajo que te guste por completo es difícil, por lo general tenemos que trabajar en lo que podamos con horarios pesados simplemente porque tenemos que hacerlo.
Partir a trabajar a una zona en desastre, atrae, como si se tratase de ir al frente de batalla, sin embargo como sucede en una zona de guerra la realidad siempre supera a la ficción, quizás no en imagenes sino en la dimensión de ellas, en las emociones que contiene cada lugar, en las palabras susurradas aún con temor.
Alli estábamos nosotros ansiosos, con una energía impresionante fuera de lugar quizás, como nuevos para iniciar cualquier trabajo, como si no estuviéramos cansados tras el largo viaje o los trabajos que pocos días atrás habíamos dejado en nuestros lugares.
Temprano por la mañana iniciábamos con ganas cada día y nos malhumorábamos si el trabajo faltaba, adiestrados, diciplinados a cumplir horarios y tareas disfrutabamos cada jornada.
Dentro de lo que sabíamos y aprendíamos se colaban las historias de quienes habían vivido horas en penumbra enfrentando el terremoto y posterior tsunami.
Historias triste, historias alentadoras, historias consoladoras, todas en un contexto de huída por la madrugada, con escasa ropa, con frío, incertidumbre, alumbrada con linternas o luz de vela en una caminata que se hacía interminable a los cerros como una tétrica imagen de película que se hacia real ante sus ojos.
Desde la isla en medio del río, solo lamento perdura según lugareños, nada que ver allí y de lejos solo el extraño color de los árboles que se tornaron cafés; muertos tras la gran ola, coronados en sus altas copas por una cantidad impresionantes de pájaros negros que le dan el toque de gran mausoleo al lugar.
En las cuadras aledañas al río simplemente nada, cosas arrancadas de cuajo, extensos planos donde no hay nada, al punto de pensar de que jamás hubo nada allí.
En las calles arena por doquier, restos de la gran ola, los olores mezclados, entre basura, agua estancada, alcantarillas y muerte. A oscuras muchas cuadras por la noche, desoladas por el día.
Impresionantes casonas sacadas de sus encuadres como con la fragilidad de los castillos de arena, polvo y mas polvo se levanta cada ves que pasan los camiones o las grandes máquinas mueven cimientos como moustros sacados de los cuentos comiendo lentamente lo que se resiste a caer por si solo.
De historias escalofríantes; la pesadilla en la isla, gritos y luces, celulares brillando pidiendo ayuda, tras ellos la gran ola que los fue apagando conforme avanzaba silenciando las voces de quienes los tenian en sus manos.
Cerca del puente cuerdas descolgándose, tratando de rescatar a los que se encontraban en el pequeño islote , muchos héroes , muchos muertos.
Padres, hijos, nietos buscándose , abrazados, desaparecidos.
En la costa apreciamos el golpe del mar y la desolación a su paso. Concreto, veredas, barandas, postes metálicos desarraigados de sus bases, dobladas como simple paja. Poco queda de la extensa vereda a orillas del mar, playas perdidas, roqueríos llenos de escombros, escaleras que no conducen a ninguna parte, como un montón de preguntas sin una respuesta, la imaginación vuela tratando de unir todas las partes para entender lo que fue aquel lugar.
Nosotros no conocimos Contitución con sus casas altas, llenas de historia, con sus marcos brillantes y vitrales, ni sus cornisas antiguas, no conocimos la costa con sus hermosas playas, ni roquerios alucinantes, sin embargo la belleza esta allí, bajo la capa de escombros que dejó la naturaleza como quien se sacudió el pesado concreto y las industrias contaminantes de encima, está en la gente, en la sencilles, en el carisma de cada cual, en la experiencia que adquirieron y en la que adquirimos.
Y nosotros , nosotros encontramos mas de lo que pensábamos en aquel lugar y en nosotros mismos, como grupo encontramos nuestros lugares durante aquellos dias, encontramos lo que sentimos, lo que somos capaces de sentir , lo que somos capaces de soportar , de transar, de trabajar, de lo que perdura en el tiempo, de las cosas que simplemente son y de las que serán, del enfoque que tenemos que tener de este mundo, de nuestras vidas, nuestros intereses y deseos y de ese cariño que simplemente es .
No deseábamos volver a casa, volvimos porque así había que hacerlo, pero si alguien vuelve a aquel lugar, yo lo seguiré.
KEMENTARIS